martes, 25 de octubre de 2011

Fuego y Acero V : Orgullo


V - Orgullo


Surgió de la oscuridad, despojándose lentamente de ella. Escuchaba el agua correr, y algo cálido, un abrazo, un golpe, un beso. El aire se embutía por la fuerza en sus pulmones. "He muerto y vuelvo a nacer, los dioses me traen de nuevo al mundo. ¿O es este otro mundo, más allá de todo...?"

Una maraña de pensamientos difusos se deshizo, casi estalló y se disolvió en su cabeza cuando empezó a ser consciente de sí mismo, vomitando agua, con el frío del aire matinal y el calor del cuerpo sobre el suyo. Abrió los ojos repentinamente y reconoció el aroma salado, la calidez templada y hierba fría bajo su cuerpo. El vello rasposo de la barba de Ioren le arañaba el rostro, y el aliento que penetraba en su garganta no era el de ningún dios. Una cortina de cabello enredado y mojado yacía sobre su cara, como un alga muerta. Tosió, se retorció y le pateó, gimiendo.

- Pe...rro.... aléjate - farfulló, hundiendo los dedos en la hierba y ladeándose para toser.

- Un despertar feliz - dijo la voz serena. El calor se fue, el cuerpo poderoso se despegó del suyo y se quedó a solas con el frío y el mareo.

Consiguió enfocar la vista y contemplarle. Estaba arrodillado junto a él, con los brazos cruzados sobre el pecho. Se hallaban en un claro boscoso, un río transitaba a pocos pasos y los árboles se abrían dejando paso al alba grisácea que despuntaba en alguna parte, vistiendo el paisaje de una bruma gris y espesa. La nebina se enredaba en jirones en las ramas de los espinos, y un pájaro pionero trinaba quedamente en la lejanía. Estaba mojado y tenía frío, y Ioren lucía el mismo aspecto que si acabara de surgir de los mares. El cabello se le pegaba al rostro y, empapado, se apelmazaba en mechones de cobre oscuro y opaco a causa del agua. Sus facciones se dibujaban con claridad, los ojos azules fijos en él como dagas punzantes.

- ¿Donde...? ¿Qué has hecho? Déjame, quiero regresar - ordenó sin convencimiento alguno, con tono pastoso. La cabeza le daba vueltas.

- No puedes.

- Silencio, no... ¡Ah!

Ioren se había levantado de un salto y le tiraba del pelo, con sus manos libres, sin esposas ni grilletes. Se incorporó lastimosamente, con las rodillas temblorosas, aferrándose a las muñecas del esclavo.

- Ponte en pie, muñeco de mantequilla. Eso es. Ahora escucha.

- No, escucha tú, perro. Yo soy...

La bofetada restalló sobre su rostro, haciéndole trastabillar hacia atrás. Le golpeó casi con desgana, pero aun así fue un golpe lo bastante fuerte para hacerle gemir de nuevo. Agitó la cabeza y le miró con odio. Los ojos de Ioren relampagueaban.

- Ya me estás cansando.

¿Le estaba cansando? Bien. Soltó un grito de rabia y se arrojó contra él. Puede que estuviera aturdido y mareado, medio muerto de frío y que lo hubiera perdido todo. Quizá su futuro había huido por el desaguadero del castillo, pero no iba a rendirse, no iba a dejar de pelear. No iba a soltar la cadena, con esposas o sin ellas. Los vigorosos brazos le interceptaron por el camino, le retorcieron las muñecas y le estrellaron de frente contra el tronco de un árbol. Jadeó, sin aliento por un instante. Los dedos del hombre del mar le tiraron del pelo, su rodilla se clavó en la parte trasera de sus muslos y la otra mano le sostenía las muñecas unidas.

- Déjame... déjame... - sollozó, masticando su odio. El frío y el dolor le mordían.

- Calla. Y escucha. Tenemos que irnos. Starling descubrirá que no estás muerto, quizá te busquen.

- Soy el... heredero. Quiero regresar...

- ¿Y qué harás cuando vuelvas?

Driadan dejó de hacer fuerza y permitió que su rostro girase para ver el perfil cercano del esclavo que ya no lo era. Éste aflojó la presa sobre sus cabellos.

- Soy Driadan Horwing, mi casa es la más antigua. Tenemos apoyos...

- Dromath, tu padre y rey tiene apoyo. No tú. No te quieren sentado en ese trono.

- No sabes lo que dices...

- Sé mas que tú sobre tu propia corte, porque he matado a hijos de todas las casas, y he visto y he prestado oídos. Tú estás ciego y vives en el lecho de las víboras sin saber que eres presa.

- ¡Cállate! ¡Cállate! - gritó, más alto de lo que esperaba. Las lágrimas se le agolparon y tembló, apoyando la frente en el tronco.

Sabía que era cierto. Ahora, empapado, en un bosque, inmovilizado por su esclavo y con el alba gris sobre sus cabezas, después de la noche confusa que había vivido, no tenía sentido engañarse más. Claro que la corte no le quería como heredero. Claro que Starling les había traicionado, ¿acaso había podido engañar a los más viejos señores del reino por una sola estancia en la Sala del Pegaso? Todos le habían visto antes de eso, corriendo por los patios, el chico que abrazaba sin pudor a un padre que le consentía, el ojito derecho del Rey... tan ciego que no era capaz de admitir que su hijo estaba, exactamente, hecho de barro o mantequilla. Sin el valor para permitirle forjarse como debía por temor a perder el recuerdo de su esposa, de la madre de Driadan. Claro que planeaban quitarle de enmedio. Y tomando como esclavo al jefe de los hombres del mar, no había sino colaborado con sus planes, proporcionándoles la excusa perfecta.

Ioren le soltó y se alejó de él. El príncipe clavó las uñas en el tronco del árbol y se dejó caer, de rodillas, consumido por los sollozos. Se sentía como si no fuera nada, absolutamente nada. Su mundo seguro y artificial se derrumbaba a su alrededor, se deshacía en ceniza. Sólo era un muchacho, uno que no había aprendido nada en absoluto del mundo en dieciséis años. Hipando, se abrazó a sí mismo, pegándose la toga helada y húmeda al cuerpo, buscando algo de realidad, un ancla, una sujección.

- Mátame... de una vez... - pidió, arañándose el rostro con la dura corteza. - Ojalá me hubieras arrojado por la ventana... no al foso... al suelo...

- Dices tonterías. Llora y desahógate. Luego sereno, nos vamos.

Rechinó los dientes. No quería decir nada más, pero estalló, volviéndose hacia él, hecho un mar de lágrimas.

- ¡Cómo puedes ser así! ¡Me atacas, me obligas a escapar, aunque nos odiamos te niegas a darme muerte! ¡No tienes compasión ni crueldad, eres una maldita piedra sin emociones, sólo reaccionas cuando hiero tu orgullo! ¡Te odio! ¡No puedes obligarme a ir a ninguna parte!

Ioren estaba sentado en una raíz, a pocos pasos, escurriendo la capa. Impasible, le miró y arqueó la ceja.

- No voy a tenerte pena. Pero aun así, dices tonterías. Hieres mi orgullo, dices. Demostraste tener más orgullo tú cuando te enfrentabas a mí; sácalo ahora, búscalo y aférrate a él para hacer lo que te corresponde.

- ¿Lo que me corresponde? ¿Qué sabes tú de lo que me corresponde?

- Reinar. Ser un hombre. Cumplir tu destino.

Driadan escupió a un lado y soltó una maldición, meneando la cabeza. Las lágrimas se negaban a detenerse, y se sentía idiota además de nulo, ahí llorando enfrente del esclavo que ya no lo era. No entendía ni una maldita palabra de lo que decía, y era incapaz de entender por qué le permitía seguir con vida tras el agravio que había sufrido a sus manos. Ah sí. Aquella estupidez de unas visiones en unas piedras. Él tendría que matar a Ioren algún día y Ioren no quería morir a manos de un inútil.

- ¿Y donde voy a ir? ¿Qué voy a hacer?

- Vienes conmigo a Thalie.

Driadan parpadeó y se rió por lo bajo, con cierta amargura. Claro, sí. Ir con él.

- Iluso, jamás - respondió, poniéndose en pie. El llanto se había cortado en seco. - Antes prefiero ser un muerto de hambre o arrojarme al acantilado que ir contigo a ningún sitio bárbaro y apestoso lleno de algas.

- No entiendes.

- ¿Qué tengo que entender?

Ioren se levantó, dejando la capa a un lado. Se movía con inusual discreción pese a su envergadura, silencioso como una bestia, y los ojos azules destellaban intensamente. Los músculos ondularon en los vigorosos brazos cuando abrió y cerró los dedos. Driadan se pegó al árbol, tragando saliva.

- No te lo estoy pidiendo - dijo el susurro.

De nuevo le atrapó, y de nuevo, Driadan forcejeó con toda su alma. Esta vez, mientras trataba de patearle y el hombre del mar le inmovilizaba con deshonrosa facilidad, se preguntó por primera vez por qué hacía todo eso. ¿Por qué plantaba cara, si sabía que no iba a ganar? "Es mi orgullo", comprendió. Pensaba que lo había perdido por completo, pero el hecho de que Ioren le desafiara lo espoleaba y lo reavivaba; seguía gozando de cierta salud.

- Suéltame, perro - exclamó. Le gustó escuchar su voz.

- Eres un incordio.

Seguía teniendo su orgullo. Sospechó que nunca lo perdería, por mucho que trataran de arrebatárselo, y por vez primera fue capaz de comprender que algo tenía en común con aquel esclavo despreciable que no le había traído más que infortunio. Pero el sabio conoce que lo que siembra recoge, y empezaba a comprender todo el sentido de aquella frase, que no se había apartado de su mente en aquellos diez días, aunque no hubiera vuelto a visitar al esclavo desde que éste le hablara de sus destinos. Al parecer, estaban irremisiblemente encadenados. Con metal o sin él.

- No voy a dejar de luchar - resolló, a pesar de su situación. De nuevo las manos apresadas sobre su cabeza en los dedos férreos de Ioren, que las apretaba contra la madera del espino, de nuevo sus rodillas destrozándole las suyas. - No voy a dejar de ser un incordio.

- Bien.

- ¡Bien!

El aliento restallaba sobre sus mejillas heladas, y él le estaba mirando. Driadan se había quejado antes de que le pasara por alto, de que no le tomara en cuenta. "Cada vez que te veo, pienso en lo que está por llegar", recordó que había dicho. Entonces, tal vez no rehuía su imagen por vergüenza, sino porque no le gustaba su destino. Ioren debía creer en esas cosas. Pensó que contemplarle, para él debía ser como mirar a la misma muerte. Sin embargo, ahora lo estaba haciendo, y no parecía sentir ni orgullo ni deshonra, ni miedo ni resignación. Sus ojos sólo brillaban, azules, crípticos, oscuros, detrás de la melena cobriza. Su cuerpo estaba caliente y se estrechaba contra el suyo para mantenerle preso, y aun sabiendo que era en vano, Driadan no dejaba de revolverse, apretando los dientes con pretendida fiereza.

Se le cruzó por la mente el juego de las bolas metálicas. Avanzar saltándose una. Era muy complicado, nunca había conseguido completarlo definitivamente, pero este... este era mucho más peligroso. Y difícil. Repentinamente, se impulsó hacia adelante para morderle en la boca, rabiando, incapaz de resistir la provocación de su impasibilidad.

Jugar aunque puedas perder. Jugar aunque sepas que perderás. Ahora no había demasiado que lamentar, ahora no importaba tanto.

Los dedos se crisparon y le escuchó contener el gruñido. Ioren le soltó las manos para apartarle, tirándole del pelo, mientras Driadan le arañaba los labios con los dientes y buscaba su lengua con malicia, resollando y apretándose contra él. Si no podía vencerle con golpes, podría vencerle con besos. O al menos asustarle lo suficiente como para que el hombre del mar le respetara y le temiera un poco. Ahora ya no le preocupaba hasta dónde pudiera llegar, no se sentía consciente de ningún peligro, y sólo buscaba un asidero entre la turbulencia. Cuando le llegó la bofetada, él tenía los dedos prendidos en los cabellos rojizos y se reía entre dientes.

- ¿Qué estás haciendo, demonio? - susurró Ioren, atravesándole con ojos gélidos - ¿Por qué has hecho eso?

Driadan se lamió la sangre de las comisuras.

- No puedes contra esto, ¿verdad?

- Te dije que sólo aviso una vez.

El hombre del mar se había alejado de su rostro para ponerse fuera del alcance de su boca, pero Driadan le tenía sujeto del pelo. Cuando hablaron, en susurros contenidos, vio condensarse sus alientos entre ambos

- Y el sabio conoce que lo que siembra recoge.

Se preguntó si iba a escapar y humillarse o iba a darle su cosecha. No tardó en obtener la respuesta. Un nuevo golpe le llegó, y la sangre se mezcló con el calor palpitante, el dolor y el perfume de los océanos.

. . .


2 comentarios:

  1. omgggg por fiiiiiin *-* Que hijo de perilla el Starling ese :@ Tengo ganas de saber qual será la reacción de padre de Driadan, pobre =(. Ñeñeñe Iron ¿qué lo vas a entrenar? xDDDD No tienes demasiada paciencia eñeñe

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  2. el pobre Driadan no gana para golpes !!!! como siga así se va a criar tonto jejeje

    UNO , solo un capitulo mas y lo dejo para mañana jejeje eso lo dije hace tres capítulos pero es que !!!me encanta!!!

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